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El pasado viernes 26 de enero tuvimos el placer de asistir al concierto de Triggerfinger, una banda nacida en la ciudad belga de Antwerp y formada por el vocalista y guitarrista Ruben Block, el bajista Paul Van Bruystegem y el batería Mario Goossens. Este se llevó a cabo en la Sala Bóveda de Barcelona, en una fecha incluida en la nueva gira que daría rumbo a quince países y cuarenta conciertos. El trío había teloneado anteriormente grandes bandas como The Rolling Stones o Muse, y nuestras ganas de poderles disfrutar por primera vez y en un espacio tan reducido eran infinitas. Los teloneros que les acompañaban eran la banda de rock barcelonesa Viven, que nos presentaron parte de su álbum llamado El solitario.
Acompañado de Jaume, llegué puntual a la sala y no tardamos en quedarnos perplejos al ver la poca asistencia que había. Bóveda estaba apagada, sin apenas ganas ni ilusión. Así pues, Viven salieron a la hora prevista y tocaron varias canciones movidas y animadas. Sin embargo, su actitud aparentemente desganada no consiguió animar al público asistente, provocando que pasaran sin pena ni gloria.
Después de veinte minutos de espera entre banda y banda llegó el momento esperado. Los miembros de Triggerfinger entraron de manera efusiva y con ganas de hacer disfrutar a los asistentes. Se veía de lejos que tenían ganas de pasarlo bien y a la vez de hacer que nosotros lo hiciéramos también. Aprovecharon la ocasión para presentar su nuevo álbum que recibe el nombre de Colossus.
Así pues, el concierto nos brindó la oportunidad de disfrutar en directo temas conocidos de la banda como Black Panic, Flesh Tight, Bring Me Back A Live Wild One y Afterglow, entre muchos otros, por supuesto. Pocas veces he visto a un grupo desprender tanta energía tocando y menos teniendo enfrente un público que no respondía a sus intentos de establecer una buena comunicación. Sin embargo ellos nunca decayeron y siguieron dando caña con el que es probablemente su tema más conocido, My Baby Has Got a Gun, y una cover de Man down, canción de Rihanna. Triggerfinger nunca dejaron de ser cercanos e indiscretos, y con su actitud mostraban una enorme felicidad por estar haciendo algo que realmente disfrutaban.
Triggerfinger llevaron a cabo una actuación impecable, en la cual nunca faltó la intensidad, las ganas de crear espectáculo, y el esfuerzo por conseguir una interacción con el público. Otra vez se nos ha demostrado que el mito de que el rock está muerto es completamente falso, así que lo mínimo que merece este trío es un agradecimiento por mi parte y la de muchos más. Deseamos que sigan creando y que nos vuelvan a visitar pronto, que aquí estaremos encantados de acogerles de nuevo.