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La noche del 28 de septiembre prometía en la céntrica sala de Madrid, Lazharus + Toundra, con todas las entradas online vendidas y otras cuantas a la venta en taquilla que prometían volar. Las bandas y el público en sintonía total hicieron de la tercera velada de la serie del aniversario de Wurlitzer Ballroom una noche para deleitarse.
Las 21:00 y ya había gente en la puerta de la sala esperando a que salieran a la venta las pocas entradas que quedaban en taquilla. A las 22:00, y con mas de una hora de espera para algunos, abren la taquilla y los rezagados pudieron hacerse por fin con las entradas para la noche. Después de unos minutos empezó a entrar la gente a la sala, vacía y con ganas de comenzar a llenarse de gente y de música.
A eso de las 22:30 Lazharus entra en escena; en contra de lo esperado por la mayoría, no subieron al escenario, si no que se situaron alrededor de sus mesas de sonido y algunos pedales, acompañados de un bajo. El público, detrás de la banda y su montaje, acabó creando un círculo de atención perfecto hacia ellos, como observadores del experimento que se iba a llevar a cabo allí mismo. Comenzaron con sonidos industriales, melodías que parecían ser parte de una intro que no acababa y micro en mano, se dejaban escuchar algunas voces que tampoco eran cantadas. Al principio todos atónitos. Muchísima distorsión mezclada con ruidos de cadenas, loops, estaban en perfecta sintonía con los tres componentes, la sala, además, por la propia forma y tamaño, acompañaba a que fuese toda una experiencia. Las líneas de bajo potentes, la interacción con el público en un espacio tan reducido, todo ello en un trance ambiguo entre la música, el ruido y lo ritual. Un tema tras otro no dejaban ver donde terminaba uno y donde empezaba el siguiente, los sonidos profundos no pararon de sonar en los casi 30 minutos que estuvieron tocando. Alrededor de las 23:00 finalizaron entre aplausos y caras confusas. Habían dado que pensar.
Recogieron todo el material y la zona delante del escenario se estaba quedando vacía, pero no por mucho tiempo. Los incondicionales ocuparon rápidamente la primera fila, y el resto les siguieron hasta llenar la sala casi al completo.
Acostumbrados a verlos tocar las últimas veces en salas más grandes como La Riviera, o en festivales como Dcode o Tsunami Xixón, era interesante esperar el resultado en una sala más pequeña como Wurlitzer, si iba influir mucho en como se desarrollaría el concierto.
23:20 y Toundra abre con STRELKA, un comienzo suave para la toma de contacto, pero que ya empieza a removerse hacia la mitad del tema para dejar con ganas de más. Siguen con otro del segundo álbum, y de los más aclamados (MAGREB), y dejan completamente claro que no hay barreras para sonar bien, ya sea en grandes escenarios con orquesta, o los cuatro, a pelo a menos de un metro del público. Después de más de 10 minutos, con los cambios melódicos y de intensidad característicos de la banda, vuelven a retomar su último álbum, con KITSUNE, tema con el que vuelven a empezar desde abajo, más pausados, con la aparente intención de levantar desde cero a todos los presentes. Las guitarras más refinadas, con líneas muy definidas, son las protagonistas sin duda de este momento. Los últimos 2 minutos culminan el tema de manera casi apoteósica, antesala perfecta para MARTE, que también empieza con una batería potente y cuerdas rápidas.
Le siguieron ORO ROJO y BIZANCIO , sin bajar el nivel.. Ambos temas que no dejaron indiferente a ninguno. Dan paso a CIELO NEGRO del (III) el álbum más duro. El inicio de bajo, con el resto de instrumento entrando poco a poco hasta romper y culminar el tema que suele dar cierre en sus conciertos y dejar buen sabor de boca y el corazón a mil. Esta no fue otra vez sin más, siguió surtiendo el mismo efecto, se podía notar el ambiente repleto de caras agotadas pero satisfechas.
Pero no acababa ahí, y tras un pequeño parón tocaba salir a por el BIS, con ZANZÍBAR, que puso el broche final con una última dosis de guitarras ponentes, líneas de bajo intensas y la batería guiando a la perfección el ritmo sin quedarse atrás.
Cierre con infinitos aplausos y ovaciones; en un ambiente que se hizo íntimo en realidad. Tanto Lazharus como Toundra consiguieron llegar a conectar con todos los que allí estaban sin necesidad de articular palabras legibles ni seguir un patrón marcado y repetido. Demostración fehaciente de que la música en muchos sentidos puede ir mucho más allá de la voz y ser una perfecta expresión en sí misma.