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Fuente de la imagen: Tercera Vía.
¿Quién no se ha emocionado alguna vez al escuchar una canción? ¿Nadie se ha sentido identificado nunca con un ritmo o una letra de alguna canción? ¿No os ha pasado eso de, alguna vez, escuchar los primeros acordes de un tema y soltar de inmediato la barra del bar a la que estabais abrazados para darlo todo en la pista?
Hace tiempo que vengo haciéndome una pregunta relacionada en gran parte con todo esto:
¿QUÉ TIENE LA MÚSICA PARA AFECTARNOS TANTO?
Es por esto que he estado haciendo una pequeña investigación y os adelanto que no me sorprendió realmente lo que he leído hasta ahora. Sin embargo, antes de ver el por qué de la conexión tan profunda que podemos llegar a tener con este arte, quiero introduciros un poco en el conocimiento del cerebro humano.
Unas pocas nociones básicas que van a ayudarnos a entender mejor todo lo que ocurre ahí arriba cuando nos invade esa canción que no podemos dejar de tararear, o cuando se nos escapa una lágrima al escuchar la banda sonora de alguna película.
Todo comienza antes de nuestro nacimiento, por lo que, un poco teatralmente, podemos decir que todo comienza antes del propio comienzo. Cuando estamos en el útero de nuestra madre, el primer sentido que se desarrolla es el del oído, alrededor de las veinte semanas, a pesar de que este no se encontrará realmente maduro hasta las veinticinco semanas. Esto implica que, dado que no podemos ver, oler, tocar ni saborear nada, el oído es uno de los sentidos que más interiorizado tenemos.
Y con esto no me quiero referir a que, como todos sabemos, el oído se procese en el cerebro. Más bien, quiero decir que es debido a esto y a su pronto desarrollo, que es capaz de suscitar reacciones que en teoría no tocan.
Un feto con veinte semanas, por lo general, es capaz de oír los latidos del corazón de su madre, su respiración y, por feo que pueda parecer, hasta sus movimientos intestinales. Sin embargo, esto es algo muy importante a tener en cuenta ya que, al nacer, se sabe que los bebés se sienten seguros y más a gusto cuando descansan sobre sus madres, porque son capaces de reconocer los sonidos que escuchaban mientras duró su gestación y, por tanto, a sus propias madres sin tener idea alguna de comunicarse siquiera.
Y esto es solo un ejemplo de las maravillas que puede provocar el oído en nosotros.
Según Facundo Manes, neurólogo y neurocientífico argentino, el oído está conectado con unas áreas subcorticales del sistema límbico. Esto, para el común de los mortales, significa que está directamente relacionado con las partes del cerebro que provocan respuestas fisiológicas a estímulos emocionales. De esta forma, se ha comprobado que un sonido es capaz de desencadenar una liberación de dopamina, la hormona de la felicidad o el placer, que se segrega también durante el sexo, al comer algo que nos gusta, o al consumir drogas.
Por lo tanto, si un solo sonido es capaz de esto:
¿QUÉ PUEDE LOGRAR LA MÚSICA?
Lo lógico es que, cuando alguien compone una pieza musical o una canción, quiera transmitir un mensaje o un sentimiento. Y eso es algo que se hace, la mayoría de veces, de manera inconsciente.
Sin tener en cuenta el mensaje que pueda transmitir, lo realmente importante es la música que acompaña a la letra. Si no concuerda a la perfección con ella puede mandar al traste el tema por completo, mientras que, si están coordinadas a la perfección, puede dar fuerza al mensaje, calando hondamente en la cabeza de quienes oigan el tema.
Esto es algo que conocen realmente bien muchos compositores de bandas sonoras, que son capaces de manipular nuestras mentes para provocar ciertos estados en momentos concretos de la película que estamos viendo. Pero esto es algo de lo que, probablemente, hablaremos otro día.
Además, debemos hablar del concepto de la memoria musical. Y esto no es como un disco duro que hay en nuestra cabeza capaz de almacenar música infinitamente, aunque casi.
En realidad, además de guardar aquellas canciones que nos gustan, sus letras y sus ritmos se relacionan con otros recuerdos, ya sea porque nos recuerda a cosas que ocurrieron mientras escuchábamos un tema en concreto o por las emociones que nos provocó.
Y, aunque no lo parezca, esto resulta realmente interesante para todos aquellos investigadores que trabajan intentando solucionar pérdidas de memoria, o para quienes centran sus esfuerzos en la rehabilitación de ancianos o accidentados, que evolucionan mucho mejor cuando se les expone a una terapia musical.
Y es que se habla también de la relación que tiene el oído con las zonas cerebrales encargadas del movimiento. En concreto, se piensa que la música ha estado fuertemente ligada a la evolución humana, desde el punto que consigue que un grupo de personas sean capaces de moverse al unísono para conseguir un objetivo común. Por ejemplo, cuando se organiza un baile en grupo, que sin música resulta un horror para coordinar, o, un ejemplo más claro de cómo pudo ayudar a la evolución del ser humano, cuando un grupo de militares se desplaza al son de un tambor.
De esta manera, pudieron fortalecerse las relaciones entre nuestros predecesores, propiciando la aparición del lenguaje, la cooperación, el desarrollo de herramientas para fines comunes, el establecimiento de sociedades y, así, un sinfín de cosas que podrían derivarse de una simple noche alrededor de una fogata danzando al son de dos piedras entrechocándose.
En resumen, lo que nos queda claro es que, principalmente el oído y, por consecuencia, la música que componemos las personas, son vehículos inmejorables para la transmisión de emociones y sentimientos, y que se trata de algo esencial para nuestro desarrollo como seres humanos y nos acompañará de aquí al día que las inteligencias artificiales se adueñen del mundo, ya que ellas no necesitan de la música para prosperar… ¿o sí?
En definitiva, espero que os haya interesado, aunque haya sido algo un poco fuera de lo común en esta página. Igualmente, si os interesa el tema, dejadlo en los comentarios o visitad nuestras redes, y quizá podamos ver más cosas por el estilo más adelante.
¡Nos leemos!