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Nos dirigimos a la segunda sala de la Razzmatazz para disfrutar un jueves cualquiera de un buen concierto de rock ‘n’ roll, de esos que se necesitan de vez en cuando para seguir viviendo y entran bien en cualquier momento de la semana.
Yo, personalmente, conocí a Black Stone Cherry hace años, y los tenía como un buen grupo de rock, disfrutable, pero muy metidos entre el rock sureño y el sonido post grunge genérico. La verdad es que aún me siguen sonando así en estudio, pero ese día mi visión de ellos cambió totalmente.
El concierto se incia con Burnin‘ de su último álbum, Family Tree, un tema de hard rock perfecto para empezar, con ganchos melódicos muy pegadizos y mucha energía, para después continuar sin detenerse con Me and Mary Jane, una canción popular de la banda, que entra muy bien de primeras.
Los de Kentucky saben como poner en pie un recinto sin lugar a dudas. Y no sabes lo que es Black Stone Cherry hasta que los has visto en vivo. No solo suenan más potentes, rudos y directos sino que cada uno de los miembros del conjunto sabe perfectamente como llenar un escenario, y consiguen retener absolutamente toda tu atención en ellos, haciendo que el concierto se te pase en un suspiro.
Con temas como Maybe Someday (de su debut) o Bad Habit o My Last Breath, de su último álbum, prosigue el concierto, que alterna momentos más álgidos con canciones más lentas, sin perder su feeling bluesero protagonizado por Chris Robertson, una voz maravillosa y un guitarrista realmente habilidoso, algo que ves de forma más clara en directo.
El concierto prosigue y van sonando temas de su penúltimo álbum, Kentucky, como Cheaper to Drink Alone o del Folklore and Superstition, como Soulcreek, dejando espacio a otros álbumes en la setlist. También cabe destacar en el espectáculo la potencia y el estilo de John Fred Young, que puede tocar perfectamente levantándose, para favorecer el show y levantar al público, los solos espectaculares de Ben Wells y los coros y aplomo de Jon Lawhon, todos en constante movimiento todo el rato.
El concierto no para de subir y los estadounidenses tienen el público todo el rato arriba, una gente muy enchufado la de la ciudad condal, que canta todo el rato y participa de las indicaciones de la banda, entre ellas, abrir un espacio para bailar, en el que se apuntaron hasta señoras mayores, hasta algún pogo en ciertos momentos, cosa extraña dado el tipo de canciones que tienen en su repertorio. El ecuador del concierto llega con un momento más tranquilo y temas como Things my Father Said o In My Blood para volver al máximo con Blind Man, la última canción antes de la recta final.
Después de que el baterista demostrara de verdad por qué siempre estaba posando mis ojos en él con ese solo espectacular, llega la recta final y el mejor momento del concierto, con su versión de I’m Your Hoochie Coochie Man. Su interpretación del clásico intemporal del blues es maravillosa y todos los miembros están realmente en armonía, haciendo que esos largos solos de guitarra sean una delicia, como la voz de Robertson, perfecta para el género.
Con Lonely Train llegan los temas más importantes de la banda, este, de su primer y homónimo álbum, es un temazo, muy influenciado por la corriente del post grunge que había en la época. Blame It On The Boom Boom también entra como un cañón, sin tiempo para descansos, un tema pegadizo y bailable como el que más, que en directo y sin escuchar la letra es un hitazo.
Los de Kentucky se despiden con, como no, White Trash Millionaire, su tema más importante y bastante adecuado para despedirse, sobre todo por la energía del público, festivo en todo momento, hasta los saludos finales, con Radio Gaga de fondo.
En definitiva, un concierto muy disfrutable, no sé si memorable y para nada icónico pero que pasa muy rápido, te anima a darlo todo y con una puesta escena muy potente, de unos ya experimentados músicos.